domingo, 25 de junio de 2017

El eslabón perdido no existe.

Hablar de evolución es complicado por una cuestión principal, nadie sabe como "funciona" la evolución. No sabemos como se producen los cambios, que los determinan y en que momento se dan. Pero… algo está claro, aunque no sepamos cuándo ni cómo, la evolución ocurre. 

La geología y la historia de la tierra avalan la teoría por una razón, hay un orden que encaja en la teoría de la evolución propuesta por Darwin. Pero en este post quiero centrarme en un apartado muy concreto de la evolución, la evolución humana.

La arqueología moderna surgió en el siglo XIX y pese a ser una ciencia "nueva" ha cambiado mucho según han avanzado los siglos. A medida que los restos fósiles homínidos de diferentes épocas fueron apareciendo se dibujó un mapa que reflejaba dicha evolución.

Fue entonces cuando surgió la visión evolutiva del hombre mediante eslabones consecutivos, en una cadena de individuos que iban cambiando hasta llegar a lo que hoy en día somos nosotros, el homo sapiens sapiens.

Anticuada representación de la evolución humana mediante eslabones.

Sin embargo el ADN ha confirmado lo que muchos sospechábamos, la evolución es mucho más compleja y el concepto de cadena y eslabones hay que desecharlo. No hay "eslabones perdidos" que buscar, porque la evolución no se dio del modo en el que se planteaba durante el siglo XIX.

Sabemos por ejemplo que el homo sapiens sapiens actual europeo tiene ADN de homo sapiens primitivo, homo sapiens neandertalensis, homo sapiens denisovensis (disculpar el atrevimiento al incluirlo como especie sapiens) y  una cuarta especie aún sin identificar por el ADN. Por desgracia el ADN antiguo es muy frágil y no siempre se encuentra en los huesos. Solo se ha conseguido secuenciar el del Neandertal, el hombre de Denisova y el nuestro obviamente.

Representación actual del H. neandertalensis.

Como vemos el Homo sapiens europeo actual tiene una evolución fruto del cruce con varias especies durante su tránsito evolutivo, siendo una evolución más similar a un árbol con diferentes ramas que se prolongan sucesivamente, en vez de una línea continua en forma de cadena.

Hay quien plantea, ¿Por qué somos los únicos homínidos vivos hoy en día? Si la evolución es cierta, ¿No tendría que haber muestras vivas de nuestros compañeros evolutivos?

Lo cierto es que el ser humano siempre ha estado "acompañado" por otros homínidos a lo largo de la historia. Hace 28.000 años el hombre de neandertal se extinguió y desde ese momento el hombre moderno quedó "solo" en el planeta. Este período es el primero de la historia con una sola especie de homínido sobre la tierra.

Por desgracia fuimos "absorbiendo" culturalmente al neandertal, y éste fue relegado al sur de la península ibérica, hubo cruces con ellos en los que nuestro ADN se preservó mejor y al final, el hombre de neandertal se extinguió.

El resto de los homínidos corrieron la misma suerte en procesos probablemente similares, fueron cambiando y evolucionando, mezclándose con otras subespecies, llegando en algunos casos a ramas abocadas a la extinción.
 
No todo hay que explicarlo con extraterrestres.

Reconozco que es complicado racionalizar este concepto actual de evolución y hacerlo encajar en una mente no acostumbrada a viajar en la prehistoria, pero no hay que caer en la simpleza de que fuimos creados por Dios o en la nueva religión de los Extraterrestres Anunakis. 

Autor: Germán Zanza López.


martes, 20 de junio de 2017

El origen del gato doméstico. 10.000 años de historia.

El ser humano ha realizado alianzas a lo largo de la historia con diferentes animales. Se ha ayudado de las habilidades de éstos para facilitar su vida, dando una justa recompensa a algunos de esos "salvajes" compañeros. Uno de los que se vio beneficiado por el "pacto" con los humanos, fue el gato.

El precio que tuvo que pagar fue sencillo, limpiar las calles de alimañas. A cambio: refugio, calor en el invierno y protección. El pacto era ventajoso y desde hace unos 10.000 años sigue vigente. 

La arqueología nos ayuda a vislumbrar ese sendero que ambas especies recorrieron juntas, y nos lleva hasta Oriente Medio y Egipto. Pero la arqueología no aporta todos los datos necesarios para conocer en profundidad esta historia.

Gracias al ADN, y a los estudios realizados en Bélgica por el paleogenetista Claudio Ottoni, algunos datos curiosos han visto la luz. Se utilizó el ADN de huesos, dientes y piel, de más de 200 gatos encontrados en África, Oriente Próximo y Europa. El ADN evidenció que todos los gatos domesticados descendían de una subespecie salvaje africana, un gato silvestre denominado Felis silvestris lybica.
 
Felis silvestris lybica y en azul su distribución geográfica.

Hace 10.000 años, los primeros gatos fueron domesticados en Oriente Próximo y es de suponer que con la migración de aquellos agricultores los gatos también se trasladaron. Una vez allí algunos iniciaron su camino independiente en busca de nuevos hogares.

Claudio Ottoni junto a momia de gato.
El oportunismo y la adaptabilidad del gato fue su seña de identidad, lo que el estudio no deja claro es si el gato llegó domesticado hasta Egipto, o si en esta zona se llevó a cabo una segunda domesticación. "Hace falta más investigación para determinarlo", argumenta Claudio Ottoni.

Otro de los detalles curiosos es que los gatos en la antigüedad fueron rayados de forma general, y que el pelaje con manchas no se generalizó hasta la Edad Media. 

Curiosa y aún con interrogantes la historia de nuestros inteligentes e interesados compañeros, los gatos. Puede que veamos con otros ojos a nuestros peludos amigos y al observar sus manchas o sus rayas, los imaginemos en aquel pasado de agricultores, faraones y reyes.


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: www.wikipedia.org
Fotografías:  www.ferrebeekeeper.files.wordpress.com, www.c1.staticflickr com.
Fuentes: 
- www.europapress.es.
- www.nieuws.kuleuven.be


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sábado, 17 de junio de 2017

Un pavo gigante descubierto en Australia.

Australia es un continente convertido en laboratorio. Desde que se separó de Pangea, Australia ha trazado un camino evolutivo diferente al resto de los continentes. Su fauna ahora está amenazada por las especies invasivas que el hombre ha introducido, y por la transformación del paisaje adaptado también a la comodidad humana.

Algunas de esas especies se encuentran en riesgo de extinción, y otras buscan ser clonadas para traerlas de nuevo a la vida tras su desaparición, como el caso del Tylacino.
Pero la extinción siempre ha estado presente en la historia y Australia sin humanos también sufrió su azote cruel.

Ahora un equipo de científicos de la Universidad de Flinders, trae información muy interesante e inédita sobre un grupo determinado de aves que pobló Australia durante el Pleistoceno entre hace 1,6 millones de años y 10.000 años. Se trata de 5  grandes pájaros megápodos extintos, parientes de los pavos modernos, entre ellos destaca uno que era tan alto como un canguro gris. 

a) Progura gallinacea. b) Alectura lathami. Junto a humano y canguro gris.

Las 5 especies están relacionadas con las variedades Malleefowl y Brush, que actualmente viven en el continente. Los tamaños de las 5 especies varían y van de los 3 kilos en el ave más pequeña hasta los 8 kilos de peso del Progura gallinacea. Cualquiera de estos extintos pavos era mayor que un Malleefowl actual, que tiene un peso de 2 kilos aproximadamente.

Estos pájaros compartieron ecosistema con los Diprotodon, los leones marsupiales y los canguros gigantes, de los que ya hablamos en el blog (pincha aquí).
Lo que llama la atención es que Progura gallinacea, pese a tu tamaño, muestra huesos largos y fuertes que demuestran que podían volar. A la izquierda, comparación del hueso del ala de Alectura lathami actual y mucho mayor el de Latagallina naracoortensis, uno de los grandes pavos descubiertos junto a Progura.

Las aves son escurridizas, paleontológicamente hablando, y sus restos no fáciles de encontrar, en Australia esa ausencia es si cabe mayor, y este descubrimiento ayuda a cubrir pequeños huecos en su prehistoria que ayuden a los paleontólogos a comprender mejor como fue la evolución en este peculiar continente.

Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: www.es.123rf.com, www.hbw.com.
Fotografías: www.quo.es
Fuentes:
- www.rsos.royalsocietypublishing.org
- www.quo.es
- www.telegraph.co.uk


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jueves, 15 de junio de 2017

El Yeti de hace 1 millón de años.

Recreación de mandíbula en la nieve.
En 1902 fue descubierto el gorila de montaña (gorilla beringei), podemos imaginar a Robert von Beringe abriéndose paso junto a su grupo de exploradores por las selvas del Congo, machete en mano, cortando la maleza como quien desgarra un manto temporal que nos separa de un mundo por descubrir.  Y al final de ese camino, un animal increíble, el gorila de montaña. 

Aquella criatura cautivó a una comunidad científica ávida de conocimiento, y es que los grandes simios siempre nos han llamado la atención. Es como estar cara a cara con nuestros primitivos antepasados y en cierta medida es así, pues tan sólo hace 7 millones de años compartíamos antepasados con los chimpancés.

Así que es lógico que cautivados por los grandes simios surjan las leyendas, y el bigfoot, el yowie o el yeti pueblen con su fantasía nuestro bestiario popular. Y aunque su existencia no cuenta con el crédito científico en el pasado si hubo una criatura que pudo inspirar la leyenda.

A y B, mandíbulas de Gigantopithecus.
En 1935, Ralph von koenigwald descubrió los primeros restos de Gigantopithecus. Enseguida reconoció que se trataba de un primate gigante, pero sus investigaciones se vieron interrumpidas al ser capturado como prisionero durante la Segunda Guerra Mundial. 

Estudios posteriores confirman que fue el primate más grande conocido hasta la fecha, vivió hace 1 millón de años y se extinguió hace 100.000. En un principio se sugirió que podía tener una alimentación similar a la del oso panda, basada en el bambú, pero estudios recientes lo descartan. Se cree que su dieta era similar a la del orangután, con una dieta vegetariana generalista y en ningún caso fue carnívoro, como también llegó a proponerse.

 

Pero la pregunta es evidente, ¿Por qué se extinguió el Gigantopithecus?
Lo más probable es que se debiera a un cambio climático. Hace 100.000 años comienza la glaciación de Würm, y junto con ella disminuyó notablemente la extensión de bosques a favor de la sabana, reduciéndose por tanto su hábitat y la disponibilidad de su fuente de alimento principal. Esto, junto a la competencia con otras especies mejor adaptadas provocó la extinción del animal. Aunque quién sabe, hay quien piensa que algunos Gigantopithecus siguen vivos, solo que ahora los llamamos Yeti.


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: www.nutcrackerman.com
Fotografías: www.dinosaurhome.com
Fuentes:
- National Geographic en Español. 7 de enero de 2016.
- Ciochon, Russel L., John Olsen, and Jamie James, 1990. Other Origins: The search for the Giant Ape in Human Prehistory.

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