martes, 20 de febrero de 2018

El pequeño "Joe".

Hembra adulta, "joe" y huevo de Parasaurolophus.
En 2009, de los duros sedimentos del sur de Utah, en Estados Unidos, surgió un enigma. El esqueleto de un pequeño dinosaurio herbívoro de 180 cm de longitud, planteaba un reto para los paleontólogos: ¿Se trataba de un "dinosaurio de pico de pato" enano?  o ¿era un ejemplar joven de una especie conocida?

Para resolver el enigma se sometió al esqueleto, excepcionalmente preservado, a varios análisis. El corte transversal muy fino de uno de los huesos, determinó que el dinosaurio había muerto durante su primer año de vida. Además, las células óseas aparecían de forma muy abundante, indicando un crecimiento muy rápido. Eso explicaba por que "Joe", nombre con el que se bautizó al pequeño dinosaurio, había pasado de medir 50 cm al nacer y alcanzar los 180 cm de longitud en tan solo un año.

"Joe", aportó valiosa información sobre la piel que estos dinosaurios tenían en los pies, ya que se encontraron restos de piel fosilizada en uno de los pies. También quedó la marca del pico córneo formado por queratina y que no llegó a fosilizarse. Gracias a dicha marca podemos determinar.

Cráneo de Parasaurolophus macho adulto, en amarillo queratina del pico.

Los paleontólogos sabían que era un dinosaurio joven, pero no sabían la especie a la que pertenecía. La tomografía del cráneo, evidenció una serie de pequeños canales huecos que comunicaban su pequeña cresta con las fosas nasales. Parecía obvio que el dinosaurio que tenían ante ellos era un pequeño Parasaurolophus, uno de los dinosaurios con la cresta más grande y llamativa.

En verde: canales huecos de resonancia. En morado: volumen cerebral.

Durante años, los científicos habían clasificado como "nuevas especies" a dinosaurios jóvenes de especies ya descritas. Ahora sabemos que los Parasaurolophus crecían muy rápido, y en apenas un año llegaban a los 2 metros de longitud, y en 4-6 años alcanzaban los 10 metros de longitud, el tamaño adulto.

Pero aún no está escrito todo acerca de estos dinosaurios, parece ser que lo que hasta ahora se consideraban diferentes subespecies de Parasaurolophus, son en realidad diferencias entre machos y hembras de una misma especie.

Por suerte, la paleontología avanza paso a paso y descubrimientos sorprendentes como el de "Joe" sirven para aclarar enigmas del pasado más remoto, de hace 75 millones de años.


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: Lukas Panzarin.
Fotografías: www.pasttime.org.
Fuentes:
- www.dinosaurjoe.org/joes-life/growing-up-parasaurolophus/
- www.peerj.com/articles/182/
- www.phenomena.nationalgeographic.com/2013/10/22/getting-to-know-joe-an-adorable-little-dinosaur/



sábado, 17 de febrero de 2018

El vampiro de Drácula.

Antes de que mi interés por la paleontología surgiera, mi pasión eran los animales actuales. Ojeaba maravillado cada una de las especies que, dibujadas con realismo, poblaban los libros que coleccionaba. Con 5 o 6 años, recuerdo que quedé asombrado ante una de las ilustraciones: Un vampiro posado sobre una res, lamía la sangre que brotaba de una herida. Por aquel entonces los vampiros eran, para mi joven mente, criaturas fantásticas protagonistas de películas de terror. 

Izq. Vampiro gigante;  Dcha. Vampiro común.

Pasaron algunos años y con mi creciente interés por la paleontología la figura del vampiro volvió a sorprenderme. Descubiertos en Brasil, Venezuela y Argentina, los vampiros gigantes (Desmodus draculae) eran un 30% mayores que los vampiros comunes actuales. Algunos de los huesos fueron datados con una antigüedad de entre 2,5 millones de años y 10.000 años. Pero lo más sorprendente es que algunos especímenes descubiertos en Argentina apenas tenían 300 años de antigüedad.

Deidad Azteca, Camazotz.
Es muy posible que los vampiros gigantes motivaran la imagen de Camazotz, una deidad Azteca con forma de murciélago vampiro. Y tampoco tenemos que descartar la posibilidad de que hoy en día aún existan pequeñas poblaciones de estos hematófagos en la profundidad de la selva. Aunque por el momento la ciencia describe al Desmodus draculae como una especie extinta.


Si el lector no se ha dado cuenta, Desmodus draculae, significa algo así como: El vampiro de Drácula, en claro homenaje al personaje literario de la obra "Drácula" de Bram Stoker. Aunque dudo que el ajo o un crucifijo, nos mantuvieran a salvo del mortal e inadvertido lametazo. Pues la saliva del vampiro posee un anestésico que adormece la piel, evitando que nos despertemos cuando sus afilados incisivos penetran en nuestra carne. Después, un anticoagulante es el encargado de evitar que la herida cicatrice mientras el ladrón de sangre se sacia.

Es de suponer que el vampiro gigante estaba también provisto de estos mecanismos para robar la sangre de sus víctimas. Ahora extinto, solo puebla los museos y las pesadillas, pero por si acaso será mejor cerrar la ventana. 


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: www.alphynix.trumblr.com (editado).
Fotografías: www.comicvine.gamespot.com
Fuentes:
- Czaplewksi, NJ; Cartelle, C. 1998. Murciélagos del Pleistoceno de depósitos de cuevas en Bahía, Brasil. Journal of Mammalogy (1998), 79: 784 - 803.
- Cartelle, C. 1995. Una fauna local de mamíferos pleistocênicos da Toca da Boa Vista (Campo Formoso, BA).


https://www.jurassic-dreams.com/

sábado, 10 de febrero de 2018

La muerte emplumada.

El ser humano ha moldeado el ecosistema hasta convertirlo en un entorno seguro donde él es la máxima amenaza, para sí mismo y para el resto de especies. Pero hace 2 millones y medio de años los peligros eran diferentes y en muchas ocasiones eran los depredadores quienes con una sacudida punzante de garras y dientes engrasaban la maquinaria de la cadena trófica, siempre perfecta.


El hambre empuja al depredador, que oculto entre la vegetación o vigilante desde el cielo, se mueve sigiloso acechando a su presa. La presa sabe de la imprevisibilidad del ataque y siempre está alerta, solo la relajación que otorga la rutina de la amenaza le hace vulnerable.

En 1924 se descubrió en Sudáfrica el cráneo de un pequeño Australopithecus africanus de 3 años de edad, un homínido bípedo que forma parte de ese puzzle complejo de la evolución humana. En aquel tiempo los científicos que daban forma a una ciencia joven, la paleoantropología, ya habían observado marcas en el cráneo. Se dedujo que esas líneas eran el resultado del ataque de un félido que había cazado y devorado al pequeño Australopithecus, bautizado como el niño de Taung.

Pero en 2006, se realizaron nuevos análisis y se compararon lar marcas del niño de Taung con la de diversos monos recogidos de los nidos de las águilas coronadas. Se observó que el patrón de las marcas dejadas en los cráneos era similar, ya que las águilas dejan marcas diferentes con las garras y sus picos. Las marcas dejadas en las cuencas oculares eran inequívocamente de águilas, y se pudo confirmar que el ataque llegó desde el aire.

Cráneo y reconstrucción del niño de Taung.
Pero algunos científicos no entendían como un águila de 12 kg de peso, podía trasladar al niño de Taung, de un peso similar. La respuesta para los expertos era simple, las águilas de este tipo despedazan a su presa y la trasladan por partes hasta el nido. Y de este modo la triste historia fue escrita.

La muerte llegó volando y el joven australopithecus apenas llegó a ver una sombra de plumas que lo golpeo con el dolor profundo de las garras, que afiladas, penetran en la carne y el hueso, y firman la muerte para que en el recuerdo quede el miedo que alguna vez sentimos al mirar el cielo.


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: Axel Steinhanses.
Fotografías: www.abroadintheyard.com
Fuentes:
- www.elpais.com
- Revista "Nature".
- www.nationalgeographic.es


https://www.jurassic-dreams.com/
 

jueves, 8 de febrero de 2018

Dinosaurios en la NASA.

La NASA, en el Centro de vuelo espacial Goddard, en Maryland, ha desarrollado y operado satélites científicos no tripulados desde 1959. Quizás por eso, porque la NASA tiene la vista enfocada en el espacio, ninguno de los 10.000 contratistas y funcionarios públicos que trabajan allí, se habían percatado de la presencia de una huella fosilizada en su patio. 

La suerte quiso que Ray Stanford, apasionado de la paleontología, descubriera la huella cuando simplemente había ido al Centro de vuelo espacial para acompañar a su mujer, empleada de la NASA.


Solo una huella era visible cuando Stanford la identificó. Una posterior excavación reveló una superficie de roca arenisca de aproximadamente 2 metros y medio de longitud. A simple vista se podía apreciar que la roca contenía una cantidad muy llamativa de huellas y en el laboratorio se verificó la excepcionalidad del descubrimiento. Abajo esquema de la losa de arenisca con las huellas diferenciadas por colores según los grupos de animales a las que pertenecen.

Se recomienda ampliar para ver en detalle.


Martin Lockley es paleontólogo y uno de los mayores expertos mundiales sobre huellas fosilizadas. Al examinar la roca confirmó la presencia de aproximadamente 70 huellas, de muy variados animales desde los grandes saurópodos de cuello largo, hasta pequeños mamíferos del tamaño de una ardilla. Una concentración de huellas muy inusual de la que Martin Lockley destaca "la concentración de huellas de mamíferos, que es de diversos órdenes y de una riqueza superior a la de cualquier otro sitio del mundo".

Hace 100 millones de años, esa roca de arenisca formaba parte de la ribera de un pantano, un hábitat muy activo a juzgar por la información que podemos extraer del fósil descubierto. De ser posible viajar a aquel tiempo, hubiéramos visto familias de nodosaurios, un dinosaurio acorazado; junto a grandes saurópodos de cuello largo. Entre sus poderosas patas hubieran corrido pequeños dinosaurios carnívoros y aves en busca de alimento. Mamíferos del tamaño de ardillas y Pterosaurios hubieran completado una estampa indeleble de 2 metros y medio de longitud.


Autor: Germán Zanza López.
Ilustraciones: www.pinterest.com
Fotografías: Extraidas del video "Dinosaur Age Meets the Space Age at NASA Goddard" Youtube.
Fuentes: 
- www.europapress.es
- www.antena3.com
- www.vanguardia.com
- www.elmundo.es 
 

https://www.jurassic-dreams.com/